Comentario
Hija de la observación astronómica, la Aritmética está estrechamente vinculada a ella entre los mayas. El día y el número uno se llaman del mismo modo -kin- y se rige por un sistema vigesimal, salvo cuando se llega a la cifra del año -nueva coincidencia con el calendario-, siguiendo luego nuevamente. Lo interesante es que para hacer sus cuentas usaron de un sistema posicional, usando del cero, sin que haya habido contacto alguno con los hindúes. Se contaba -en las representaciones gráficas- de izquierda a derecha y de arriba abajo. En la línea inferior se colocaba el kin, sobre él el uinal y sucesivamente el tun, katún y baktún, chikintún y alautún.
Una de las muestras más portentosas del ingenio maya es la invención de una escritura jeroglífica, en el recto sentido de esta palabra. Ya que si hiero-glifo significa "signo sagrado", la escritura maya fue exclusivamente sagrada, usada y entendida sólo por los sacerdotes, desde el comienzo hasta la última decadencia, ya que entre los mayas que habían abandonado las ciudades y se establecieron en aldeas donde se hallaron, conservados por generaciones, los códices en papel de maguey, de que hablamos luego. La escritura la emplearon en tres materiales y para fines distintos. En piedra, para los edificios y estelas: en los códices, hechos los signos a pincel, y en la superficie de los vasos de cerámica.
Como la cultura maya fue la única de las tres importantes prehispánicas que los españoles no encontraron en pleno desarrollo, sino en decadencia, los testimonios sobre todo los aspectos de ella son mucho menos elocuentes que para los aztecas o los incas. Las ciudades-santuario habían sido abandonadas y la sociedad se había desorganizado, y, por tanto, los españoles no pudieron ver a los mayas en su esplendor para informarnos de cómo eran. Pese a ello, el obispo fray Diego de Landa, en Mérida, compuso su Relación de las cosas del Yucatán, que, aunque brevísima, es suficiente para que se haya llamado la "piedra de Rosetta de la escritura maya". Él creyó, como muchos otros después, que se trataba de un alfabeto, pensando que los signos sólo podían representar sonidos. Pero no es así. Gracias a Thompson, Zimmerman, Vollemaere, McKwon y otros mayólogos, se ha adelantado mucho, pero no hasta el punto de que podamos "leer" completamente todo. Gracias a Landa sabemos los signos de los días y de los números, y sobre esta base se ha averiguado que muchas veces también había una interpretación de tipo fonético. Los signos son generalmente cuadrangulares, con las esquinas redondeadas, más rígidos en los relieves y cursivos en libros y vasijas. Hay signos principales y secundarios que varían el significado, y para la representación de los números se valieron de un sistema "romano" y de otro que podríamos llamar "arábigo" o universal de hoy.
El sistema "arábigo" era el que servía para las grandes fechas. Cada número tenía su signo o cadena correspondiente, hasta el diez, pero de ahí en adelante el once se componía con la mandíbula del diez y la cabeza del uno, y así sucesivamente. También en nuestra representación gráfica el once se compone del primer signo del diez (el uno) y el signo del uno, y el doce con el primer signo del diez y el dos, y así hasta el diecinueve, como los mayas.
Fueron, sin duda, los mayas pueblo inventor e ingenioso. Observadores del medio en que vivían, empíricos experimentadores y pacientes repetidores de ensayos, llegaron a aprovechar los elementos que les brindaba la naturaleza. Contemporáneos de los olmecas (los hombres del hule o ulmecathl), tomaron de ellos este material, con el que supieron fabricar pelotas para sus juegos, suelas para sus sandalias, capas impermeables para protegerse de las lluvias torrenciales, tan frecuentes en la zona, y para aplicar cataplasmas, mezclando el hule con otras sustancias. Es posible -aunque hay profundas divergencias entre los etnobotánicos y los geógrafos- que el "invento" del maíz se deba a los mayas, en los altos de Guatemala. Y decimos "invento" porque el maíz -al contrario que el mijo, el arroz o el trigo, etc.- no se halla en estado silvestre y es el producto de una hibridación llevada a cabo por el hombre. Aunque no haya pruebas de ello, puede afirmarse que el cacao (chacau haa en su lengua) fue cultivado y aprovechado para bebidas refrescantes o embriagantes, o como moneda.
De igual modo aprovecharon elementos naturales para tintes, como el llamado por los españoles "palo de Campeche" (razón económica de la ocupación inglesa de Belice), índigo (por su procedencia, o índico), cochinilla y púrpura. En sus pinturas y decoraciones cerámicas usaron lo que se suele designar con el nombre de azul maya, que conseguían de la bideilita.
Aunque luego tratamos del Arte, es en este párrafo donde debemos ponderar su ciencia de ingenieros y constructores. No sólo trazaron caminos que atravesaban incluso las lagunas, por medio de elevados terraplenes, sino que fueron los únicos indios americanos que supieron cubrir espacios cerrados con obras de fábrica, es decir, con materiales pétreos. Mientras las cabañas eran de madera, paja y cañizos, como siguen siendo hoy, los palacios y los templos eran de cantería, con falsas bóvedas de saledizo, conseguidas por aproximación de hiladas o grandes losas inclinadas. Sin poleas, ya que desconocían el uso de la rueda como todos los indios americanos, levantaron enormes pirámides de cerca de cincuenta metros de altura y "acrópolis" impresionantes. El esfuerzo ingente de llevar sillares tallados a muchos metros del suelo sigue siendo una proeza increíble.